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Quiero cambiar-No quiero cambiar … he ahí el dilema!

Una mujer es infeliz con su pareja, hace mucho tiempo piensa que sería más feliz si termina su relación…si solo pudiera hacer ese cambio. Un joven está a punto de ser expulsado de la universidad por su bajo rendimiento, él reconoce que es momento de ponerse realmente a estudiar…si solo pudiera hacer ese cambio. Un padre de familia quiere dejar de fumar, reconoce que está dañándose a si mismo y a su familia, lo viene pensando hace mucho tiempo…si tan solo pudiera hacer ese cambio. Una joven con sobre peso quiere tener mayor control sobre su alimentación, desea comer más saludablemente… si tan solo pudiera hacer ese cambio.

En todos estos casos, podemos encontrar algo en común, aparece esa gran dicotomía entre nuestro DESEO DE CAMBIAR y nuestro MIEDO AL CAMBIO. ¿Qué hacemos cuando tenemos mucho miedo al cambio pero al mismo tiempo nos damos cuenta que nuestra única salida es hacer “ese cambio”?

Se puede decir que esta ambivalencia nos acompaña siempre ante decisiones cotidianas, y en la mayoría de circunstancias ni siquiera llegamos a ser concientes de ella, pero se convierte en un problema cuando ésta nos paraliza y obstaculiza nuestras metas.

¿Cómo respondemos ante la dicotomía QUIERO CAMBIAR-NO QUIERO CAMBIAR?

‘En ocasiones solemos evitar, concientemente y a veces no tan concientemente, hacer el cambio. De esta manera lo posponemos y nos decimos que “aun no es el momento y que lo haremos después”, o tratamos de convencernos de que no es tan necesario hacer el cambio, que podemos ser igual de felices aunque no lo intentemos, llegando en grados extremos a convencernos de cosas tan inverosímiles como que “igual podemos ser felices sin relacionarnos con nadie, sin salir de casa o incluso dañando nuestro organismo”. También para “frenarnos” solemos poner excusas, como cuando decimos que a otra persona relacionada con nosotros no le va a gustar que yo haga ese cambio o sufrirá si yo lo hago.

Otras veces iniciamos el cambio, pero algo pasa en el camino que hace que ante el primer obstáculo, “tiremos la toalla”. Tendemos a ver el cambio como algo sumamente grande. Cuando vemos estos cambios como algo gigantesco, viene nuestro natural miedo al fracaso, y frente a una tarea de estas dimensiones (dimensiones siempre más grandes de lo que son en realidad), es muy probable que desistamos y no perseveremos, sobre todo cuando hemos estado habituados a pensar, sentir y comportarnos de una manera opuesta durante mucho tiempo en nuestra vida.

En otras ocasiones, tenemos la idea de que es necesario tener la certeza absoluta que nada peligroso o malo ocurrirá si hago el cambio y buscamos que alguien nos confirme esta idea, y mientras nadie lo haga, entonces no doy un paso adelante. El mundo no tiene certezas, nadie nos puede asegurar al 100% que las cosas van a salir bien… pero al mismo tiempo tampoco tenemos certezas de que vayan a salir mal. Todos los días yo tomo decisiones, asumo riesgos y no tengo certezas absolutas de que tendré éxito en lo que haga.

Muchas veces optamos por no cambiar porque no vemos todas las habilidades, capacidades y recursos que tenemos para poder enfrentar el cambio. De repente, la mujer de la que hablé al inicio, es capaz de darse cuenta que es independiente, que es inteligente, hermosa y además está rodeada de amigos y familiares que la apoyan…o quizá el padre que desea dejar de fumar nota que es una persona generosa, altruista y que ante todo se ama a si mismo y a su familia y que ellos estarán para ayudarlo en proceso de dejar el hábito…¿No sería así más factible el cambio?

Por lo tanto, algunas sugerencias:

Todo cambio puede ser dividido en pequeños cambios, plantéate un paso a la vez y disfruta de ese logro, por pequeño que te parezca.
Reconoce que seguir evitando tomar una decisión sobre ese cambio, te está paralizando y alejando cada vez más de lo que realmente quieres para ser feliz.
Realiza un listado de ventajas y desventajas de cambiar, así como de ventajas y desventajas de seguir tu vida sin el cambio…te darás cuenta lo poco racionales que son tus razones para no cambiar y lo poco satisfactorias y conformistas que pueden ser tus razones para dejar las cosas como están.
Recuerda que nosotros somos quienes guiamos nuestra vida. Identifica claramente tus recursos, tus fortalezas para poder hacer ese cambio que necesitas, así como las fortalezas de la gente de tu entorno que pueden facilitarte el camino. Es como si estuvieras en un barco, puede haber vientos fuertes, un sol asfixiante, puedes estar cansado, pero si tienes re
mos, puedes dirigir el barco hacia dónde tú desees.